!Por la Revolución de las Ideas!
 La 
anunciada participación del Puro Centro Democrático en las elecciones de
 2014, pone al país de nuevo ante una ambiente de
polarización, en el que justamente lo que se debilita es el régimen 
democrático, la democracia misma y la discusión simétrica y serena de 
asuntos públicos.
La 
anunciada participación del Puro Centro Democrático en las elecciones de
 2014, pone al país de nuevo ante una ambiente de
polarización, en el que justamente lo que se debilita es el régimen 
democrático, la democracia misma y la discusión simétrica y serena de 
asuntos públicos.
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 La 
anunciada participación del Puro Centro Democrático en las elecciones de
 2014, pone al país de nuevo ante una ambiente de
polarización, en el que justamente lo que se debilita es el régimen 
democrático, la democracia misma y la discusión simétrica y serena de 
asuntos públicos.
La 
anunciada participación del Puro Centro Democrático en las elecciones de
 2014, pone al país de nuevo ante una ambiente de
polarización, en el que justamente lo que se debilita es el régimen 
democrático, la democracia misma y la discusión simétrica y serena de 
asuntos públicos.
Uribe 
Vélez exhibe un peligroso y poco democrático liderazgo, cargado de un 
discurso belicoso, confrontador, retador y profundamente
desinstitucionalizante, mientras que su contendor, el 
Presidente-candidato, Juan Manuel Santos, exhibe el liderazgo 
tradicional de una élite acomodada, que se presta de educada, 
diplomática y
democrática, pero que cuando lo requiere, apela a toda suerte de 
estratagemas para consolidar consensos, así sean forzosos. Así entonces,
 la Colombia de hoy está sujeta a apoyar la delicadeza de un
cuidadoso y silencioso jugador de ajedrez, o por el contrario, a seguir 
el direccionamiento de un ladino líder conservador, vulgar, montaraz y 
con el carácter propio de un rufián, tal y como lo
calificó el propio Presidente Santos.
De esta 
manera, en el escenario electoral de 2014, las instituciones 
democráticas y la propia institucionalidad estatal quedarán sujetas
a los dañinos liderazgos de dos caudillos con los que la Derecha no sólo
 polariza al país, sino con los que arrincona cualquier opción de poder 
que la Izquierda pueda presentar. Si Santos logra la
reelección, como se espera, la derecha y en especial la rancia élite 
bogotana aseguran privilegios y el control del poder presidencial; si 
por el contrario, el Puro Centro Democrático (es decir,
Uribe Vélez), logra poner una ficha, un peón o un alfil en la Casa de 
Nariño y otras tantas en el Congreso, igualmente la derecha gana, aunque
 implique el resentimiento de un sector de la élite
bogotana que no gusta de Uribe, por cuenta no tanto de su mesianismo, 
sino por su origen emergente.
El 
escenario político electoral de 2014 preocupa por cuanto el caudillismo 
ilustrado representado en Uribe y Santos, poco sirve para
fortalecer la democracia y las prácticas democráticas de los ciudadanos.
 Por el contrario, debilitan aún más las instituciones y la 
institucionalidad democráticas de un país como Colombia, sujeto de
tiempo atrás a la presencia de un doble Estado, en el que se exhiben 
mecanismos sinuosos de legitimación de un régimen de poder asociado con 
mafias de diversa índole, que de tiempo atrás se sirven de
los recursos públicos para concentrar el poder político y económico en 
pocas manos y de esta manera cooptar el Estado.
Mientras 
ello sucede, la Izquierda y las esperadas opciones de centro no aparecen
 en el panorama preelectoral, lo que desde ya ayuda a
que la propuesta polarización ideológica y política se consolide y se 
entronice en sectores sociales convencidos de las capacidades para 
gobernar tanto de Santos, como de aquellos que finalmente
deban entregar su independencia y doblegarse ante el poder amedrantador 
de aquel que mandó -no gobernó- en Colombia entre 2002 y 2010.
A ese gris
 panorama, se suma la presencia de una débil, acrítica y adormecida 
opinión pública, plegada a los direccionamientos de unas
empresas mediáticas interesadas como nunca en apoyar el ambiente de 
polarización y la vigencia política de quien durante ocho años las 
manipuló y doblegó a periodistas, directores y editores de
medios; de igual forma, esa misma prensa se debe a quien sin agravios, 
pero con pauta oficial, ha buscado y logrado sus favores periodísticos.
Sin 
partidos políticos fuertes y organizados, con una débil y precaria 
opinión pública, con unos medios masivos convertidos en armas
políticas y electorales, en actores políticos sujetos a los intereses 
del gran capital y de una élite, la democracia colombiana, formal y 
excluyente, vivirá en 2014 otra experiencia electoral en la
que nuevamente triunfarán el clientelismo, las maquinarias, el 
caudillismo y las redes mafiosas que han rodeado históricamente el 
funcionamiento del Estado.

 
 

