8 sept 2012

La Carrera loca del Matrimonio Gay

!Por la Revolución de las Ideas!




Para mí, amor nunca ha sido sinónimo de matrimonio, es más, durante muchos años estuve convencida que lo único que quería vivir en cuanto amor era uno de esos romances locos, aventureros, libres, en el que las dos personas se entregan, se admiran, se respetan, se disfrutan, se aman de verdad y duran entre 3 o 4 años y en ocasiones solo un par de meses o incluso días. Sí, fui criada por mujeres y viendo películas y telenovelas rosas que pintaron mi cerebro de corazones.
He visto todo tipo de matrimonios. Ese en el que el hombre es ‘el hombre de la casa’ y la mujer simplemente se moldea, se acomoda, se adapta a su hombre… triste, triste. Aquel en el que la muestra más sincera de amor es la paciencia y la tolerancia tras la pelea diaria, que es más sagrada que el mismo sagrado matrimonio. Otro en el que se aparenta tener una relación de dos, pero en realidad son 3, 4 o 5… y no precisamente por los hijos. Los he visto sinceramente enamorados, pero desesperados por la plata, por los suegros, por los amigos, por el licor o cualquiera de esas cosas que desgastan el corazón. También he visto los duraderos y hasta verdaderos, los que le hacen honor al ‘hasta que la muerte nos separe’, como el de mis abuelos que hace una semana cumplieron 58 años de casados.
Debería creer con mayor fe en el matrimonio, tengo el ejemplo en casa, si mis abuelos pudieron… cualquiera puede. Pero vuelvo a mi principio, el matrimonio no es sinónimo de amor. El matrimonio es un acuerdo, un compromiso y legalmente, un contrato. Y no es que quiera quitarle el romanticismo que existe en torno a la luna de miel, el vestido blanco, las flores de la boda, ese hombre fantástico en el altar esperando a la hermosa mujer que recorre la alfombra roja del pasillo central de una iglesia. No, eso no dejará de ser romántico ante mis palabras, son más poderosos los sueños y los deseos.
No quiero quitarle el romanticismo, pero sí esa imagen idílica que conlleva el matrimonio como la mayor expresión del amor ¡Mentira! ¡Ey! Ni los heterosexuales ni los homosexuales necesitamos de un papel que nos diga que nos amamos. Amo a mi madre y no tengo un papel legal que diga eso, amo a mis amigos y no por eso voy a casarme con ellos, he amado a varios hombres y les aseguro que el matrimonio no ha estado entre mis manifestaciones de amor… he preferido cartas de colores y palabras bonitas, cenas con velas y buen final, abrazos rompecostillas, miradas sublimemente eternas, flores, he cruzado ciudades, los he cuidado cuando han estado enfermos, los he acompañado a horribles reuniones poniendo cara de ponqué, he llegado envuelta en cinta como regalo de cumpleaños y cualquier cosa que me permitiera ver el placer, felicidad, sorpresa y alegría dibujados en su rostro.
El matrimonio es un sacramento de los católicos, no una muestra de amor. Señores y señoras LGBT, no les demos gusto a los curas godos y retrógrados que caminan como caballos con los ojos tapados. No a esos maricones que se esconden tras sotanas de católicos perfectos o jueces todos-juiciosos. ¿Por qué seguir el tortuoso camino que han transitado los heterosexuales y que los ha llevado a dejar de creer en el amor? ¿Para qué asumir una carrera loca tras la búsqueda del matrimonio en vez de hacerlo por el amor?

Maria Astrid Toscano
Columnista
latribunacolus.com

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