Una obra de arte pictorico o escultorico es el producto de la consagracion plena del artista a darle forma a su idea inicial, plasmandola con los medios y tecnicas de su predileccion en el soporte que ha seleccionado para ello.
En el proceso, el artista goza y sufre, modifica o ajusta segun su parecer creativo, hasta que se aproxima victorioso a la culminacion de la obra. Cuando llega este momento, el autor lanza su exhalacion suprema. Justamente en este punto empieza a imaginar su creacion moviendose por el mundo de las exposiciones artisticas con notable exito y sometida al escrutinio de los expertos, de la critica periodistica, asi como de muchos espectadores y coleccionistas interesados en adquirirla.
En la arena de la cotidianidad, sin embargo, las cosas se perfilan distintas. No se siente capaz de asumir su propia representacion y la de su obra, tampoco su divulgacion y menos aun su comercializacion. Para ello, debe entrar en contacto con “ los que saben”.
Gracias a la Internet, no necesita desplazarse de un lado a otro con su creacion, tocando puertas aca y aculla. Entabla comunicacion con colegas y amigos que le insinuan determinados sitios hasta que opta por el que mas seriedad y representatividad aparenta. Desea un gran destino para su obra y por lo tanto debera proveerle lo mejor.
Hace contacto con las directivas de un museo con nombre rimbombante radicado en una ciudad importante de los Estados Unidos, que le ofrece participar en una exposicion internacional de primer nivel mediante el pago de una tarifa predeterminada para cada obra que desee exponer, mas los costos de envio y reenvio, segun el caso. La pomposa entidad exhibe sus pergaminos de extensa trayectoria en la promocion del arte sin fines lucrativos y garantiza que tendra la exposicion abierta al publico durante determinado tiempo.
Al anhelo del artista de ver su obra en una exposicion de caracter internacional se suman sus esfuerzos de todo tipo, tales como el embalaje adecuado, el transporte de un lugar a otro, el buen manejo y cuidado, en una lucha contra el tiempo y contra su propia ansiedad, ademas de los esfuerzos economicos involucrados en el pago de los fletes y la transferencia de las divisas correspondientes a su participacion.
Llega la fecha de la inauguracion y el artista, si es muy solvente, hace presencia en la sala de exposiciones; en caso contrario, se hace representar por alguien residente en el lugar, tal como le ocurrio recientemente a quien esto escribe.
A las inauguraciones suelen acudir muchisimas personas que, en general, buscan satisfacer sus apetitos etilicos y gastronomicos o sociales mas que los de indole artistica y cultural. En el caso que motiva este escrito, la inauguracion estuvo practicamente desierta, no por razones climatologicas puesto que imperaba un clima primaveral que auguraba un lleno total. Obedecio a la pauperrima difusion del evento y quizas tambien al hecho de que los improbables invitados dificilmente hallarian la ideal fachada de un museo dentro de un edificio destinado al alquiler de oficinas. En los alrrededores nadie conocia de la existencia del museo y los exteriores de la sede carecian de informacion alusiva al certamen.
Sin embargo, los organizadores se apresuraron a comunicarle a mi representado que hubo “enorme concurrencia y sobretodo de compradores interesados en su obra”. La esposa de quien esto escribe fue, en realidad, la unica persona que solicito datos sobre una de las piezas sin que obtuviera una respuesta oportuna. Buscaron y rebuscaron en la oficina respectiva sin encontrar la informacion enviada por el autor. Un rato despues, con las manos vacias y el rostro descompuesto, la encargada balbuceo su disculpa pidiendo que llamaramos el martes. Apenas empezaba la noche del viernes.
Las obras entraron en un periodo de hibernacion en las solitarias instalaciones del citado museo, que mejor podria denominarse mausoleo, sin gozar del calor humano de visitante alguno que les sacudiera la gelidez del ambiente. Concluido el plazo de quince dias, palpe en las obras el peso de la desolacion que circundaba el espacio, tan visible como la falacia de la promocion artistica sin animo de lucro por parte de esa entidad.
Al salir del edificio, las obras recuperaron su vigor y con gracia inusitada aligeraron su peso y tambien mis pasos, queriendo huir velozmente del destierro del “mausoleo” hacia otras dimensiones culturales mas propicias a ellas y, por ende, benignas con su autor.
Con mi saludo y mis respetos a todos los artistas que vibran con su arte y son objeto de la falacia de quienes fungen como promotores siendo utilitaristas.
LUIS FERNANDO VALENCIA Q.
Columnista
LaTribunacolus
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