2 oct 2011

EL PILAR DE LA SOCIEDAD

!Por la Revolución de las Ideas!




Extraño aquel lejano encanto de la vida familiar en domingo. Desde las primeras horas, en sus fulgurantes mañanas, este día nos transmite una especial combinación de dicha, sosiego y esparcimiento, que nos invita a expresar  gratitud al Creador y amor a lo nuestro.
Pensamos  primeramente en  padres e hijos y después en hermanos y parientes cercanos, haciéndole un guiño cariñoso a la esposa, quien ocupa un lugar especial en nuestra vida actual.  Devienen entonces los deseos de cumplirle a las tradiciones que nos acompañan desde la niñez y que cultivamos en el seno del hogar paterno hasta que llegó la hora de emanciparnos.

Y nuestros padres siempre esperaban ansiosos  la llegada del domingo, aunque no lo manifestaran abiertamente. No necesitaban hacerlo. Se les notaba en sus rostros y en todos los preparativos que silenciosamente adelantaban más para disfrute  de la familia  que de ellos mismos.  
Pero esta dicha y  esfuerzo no eran simplemente dominicales. Constituían  un eslabón más de su larga cadena de sacrificios adosados al amor que nos prodigaban día y noche sin importarles las  circunstancias de salud o enfermedad, de holgura o estrechez económicas.
Aquí tengo que agradecerles de nuevo por todo, incluso por aquellos esfuerzos que hicieron para que  fuéramos lo que ellos deseaban y en lo cual fallamos por algún motivo y hoy quisiéramos satisfacer siendo ya demasiado tarde.  Viene a propósito la sentencia aquella de cuando pudiste no quisiste y ahora que quieres ya no puedes.
 
Hoy recuerdo con cierta tristeza  aquellos momentos en que mi madre y mi padre ya solos, sin la continua presencia nuestra porque habíamos crecido y emigrado hacia nuestros propios destinos, lo cual aceptaban muy a su pesar, me encarecía a mí y a mis hermanos mayores, por separado,  que no dejáramos de visitarlos en domingo porque vernos reunidos era la mejor manera de manifestarles nuestro amor brindándoles un gran aliciente en su vida  y sirviendo de ejemplo de tradición familiar para los descendientes.
Sin embargo, la vida nos enseña cada día que no siempre suceden las cosas como deseamos sino que debemos mantener una actitud constructiva frente a los sucesos cotidianos. 

La era cibernética indudablemente nos facilita la comunicación global e instantánea con todas las posibilidades virtuales de interrelación  mas no  aquellas  de contacto personal cálido  que desearían  nuestros progenitores así  como nosotros mismos. Las nuevas generaciones son un producto  digital  cuyos  primeros pasos y manoteos, así como sus balbuceos, casi constituyen lo único disfrutable en familia. Muy prontito se aferran a los innumerables aparatos tecnológicos que los absorben completamente.
Aquel clamor de mi madre me induce a solidarizarme con los jóvenes padres de hoy a quienes seguramente les acontece una situación parecida ya no solamente los domingos sino cada día de sus vidas, acosados por necesidades de toda índole   que los obliga  a concentrar sus energías en la satisfacción de las mismas con cierto detrimento de la vida en hogar.
Los mayores no deben dejar de procurar esa armonía familiar y los menores no descuidar a aquellos por ningún motivo pues no hay todavía ningún valor, ninguna cosa  que supere la felicidad que brinda una vida familiar rodeada de amor, comprensión, respeto y generosidad entre unos y otros.

LUIS FERNANDO VALENCIA Q.
Columnista
LaTribunacolus


  




 


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